Gastronomía

Es Fuensanta desde antiguo tierra de buenos olivos, que contrastan, para bien, con la modernidad de sus almazaras, lo que nos hace elucubrar a todas luces que han de ser inmejorables los aceites que aquí se producen. Ello, unido a las huertas que riega la mucha agua que corre por su término, nos hace presagiar que las pipirranas que se preparan con los productos de Fuensanta han de ser de las mejores y más sabrosas de la provincia. Sus gazpachos, sus habas fritas con jamón y huevo, y el potaje que lleva entre sus ingredientes «habicholillas», dan buena muestra de ello.

Pero si ricas en viandas son sus huertas, aún hay que ensalzar la tradición matancera de Fuensanta, si no con la intensidad de otras épocas, sí con el mismo nivel de calidad artesana. Difíciles de igualar en calidad y sabor son los chorizos que se hacen en Fuensanta, sin hacer menosprecio a las morcillas de cebolla, ni a esa otra curiosa forma de prolongar la presencia porcina en la mesa durante todo el año, que en sí constituye la preparación del lomo de orza, que habrá de tomarse bañado en un poco de aceite de oliva virgen, lo que suavizará su textura y culminará su sabor.

Especial presencia tiene en las mesas fuentesanteñas el choto, vianda de festejo, aun cuando se celebre que no hay nada que celebrar, y que ése, por sí solo, es buen motivo para comer un choto frito al ajillo, donde el buen aceite de Fuensanta sublima todos los sabores naturales del joven choto y su carne tierna. De la calidad de sus aceites para fritos da fe el hecho de que en algunos bares de Fuensanta se puedan probar algunas de las mejores «gambas al ajillo», plato de mariscos tan ajeno a la cultura culinaria de Jaén, pero en el que la aportación del aceite de oliva picual de Fuensanta realza los sabores de la vianda que nos sea más ajena. La cocina de los buenos sabores, siempre se ha dicho, no tiene distancias, ni fronteras, sólo buena materia pitancera para elaborarla.


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